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jueves, 31 de diciembre de 2015

FELIZ 2016 A TODOS



Despedimos el 2015 para dar la Bienvenida a un agradable 2016. Espero y deseo que venga rebosante de alegría, amor, felicidad y viajes.

¡Mis mejores deseos para todos vosotros y que podáis realizar todos vuestros sueños!

Joan Bartomeu


miércoles, 30 de diciembre de 2015

YVOIRE. Un lugar mágico a orillas del Lago Lemán.


Yvoire, situada en la Alta Saboya de Francia, es sin duda la más pequeña, encantadora y pintoresca ciudad medieval a orillas del Lago Lemán o Lago de Ginebra. Está en tan buen estado y tiene una ubicación tan especial y bucólica, que parece que lo han levantado hace poco como si de un parque temático medieval se tratara. Aunque ha sido parcialmente restaurado, ha perdurado prácticamente inalterable al paso del tiempo. Por esto, no es de extrañar que Yvoire esté incluido entre “Los Pueblos más bellos de Francia”.
Yvoire está tal y como lo diseñó el Conde Amadeo V de Saboya. Quiso hacer de este pequeño señorío un lugar inexpugnable por su estratégico enclave dominando el lago. Siguen en pie y en perfecto estado su robusto castillo, la iglesia de San Patricio, el foso, las dos puertas principales de entrada, sus casas y calles empedradas. Yvoire nos invita a retroceder en el tiempo para imaginarnos cómo tuvieron que vivir sus vecinos en el pasado. Es de agradecer también como han integrado sin dañar el diseño ni la arquitectura las muchas tiendas, restaurantes, cafeterías y salas de exposiciones que nos encontramos por todas sus calles.






Por lógica, la mejor época para visitar Yvoire son los meses de primavera y verano. Aunque es la temporada alta y la encontraréis llena de turistas, evitaréis el duro invierno que se vive en esta zona cercana a los Alpes. Pero además, podremos contemplar las miles de flores y plantas que engalanan todas y cada una de las calles y casas, coincidiendo con su época de floración. Es una tradición que llevan haciendo sus vecinos desde hace siglos y que gracias a ellos, se viene manteniendo en el tiempo. No en vano han ganado varios concursos internacionales por el cuidado y esmero que ponen en ello. Cada año cambian de diseño y decoración con nuevas temáticas.
También tenéis que tener en cuenta que muchos de sus negocios y los principales puntos de interés para visitar cierran en otoño e invierno.
Se agradece también que a nievel de restauración, hayan sabido mantaner sus costumbres gastronómicas. Siendo un pueblo pesquero, sus cocinas nos ofrecen deliciosos platos tradicionales donde la perca es uno de sus productos estrella.




El Jardín de los Cinco Sentidos
Las flores y plantas son una de las atracciones centrales en Yvoire. Le Jardin des Cinq Sens (El Jardín de los Cinco Sentidos) está inspirado en los jardines de la Edad Media. Ofrece una oportunidad de experimentar con la flora a través de la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el sonido. El Jardín tiene todo tipo de plantas, abarcando también las utilizadas para meditación y las medicinales. En la parte central tiene un laberinto de setos y árboles dividido en cinco secciones, cada una dedicad a uno de los sentidos.
El tema del jardín es “Festina Lenthe” (Apresúrate lentamente). Me parece que han elegido un nombre muy acertado. Esto anima a los visitantes a relajarse y descubrir cerca de las 1000 plantas del jardín a su propio ritmo. Le Jardin des Cinq Sens está abierto desde las 10:00 horas, pero solo entre los meses de abril a octubre.



El Castillo de Yvoire
La historia escrita de Yvoire se remonta a 1306 y a un momento en que los castillos del Lago de Ginebra desempeñaron un papel importante en la protección de las estratégicas rutas comerciales a través de los Alpes y a lo largo del lago. Sin embargo, la desaparición de estas rutas hizo que Yvoire entrara en decadencia y oscuridad relativa desde el siglo XVI, convirtiéndose en un humilde pueblo de agricultores y pescadores. Así estará hasta el siglo XX, cuando gracias al turismo que atrae Yvoire, se vuelve a colocar en el mapa como uno de los destinos populares y más visitados por los turistas. 
El robusto castillo domina el pueblo desde la orilla del lago. Con un diseño típico de Saboya, nos recuerda muchas otras fortalezas medievales de la región.






viernes, 18 de diciembre de 2015

LAS ISLAS COOK. La magia azul.


Suman una quincena de lujuriantes islitas volcánicas o atolones coralinos lisos como un plato, aunque rara vez se visita alguna más allá de Rarotonga, Aitutaki y Atiu, la tríada esencial de este archipiélago de los Mares del Sur que, con su adormilado ambiente de antaño y sus escenarios sin trillar, presume de parecerse mucho a cómo era la Polinesia Francesa treinta años atrás.

Estas islas diminutas del Pacífico Sur fueron descubiertas por un leonés, las colocó en el mapa un cartógrafo ruso de origen alemán y pasaron a la historia con el nombre de un explorador al servicio de Su Graciosa Majestad que jamás las pisó. O al menos eso aseguran las malas lenguas sobre el capitán Cook, quien poco podría sospechar que, medio siglo después de haberlas reclamado para la corona británica, el archipiélago acabaría siendo bautizado en su honor por el almirante Iván Fiódorovich Kruzenshtern tras la primera circunnavegación auspiciada por el zar. Antes que por estos dos últimos navegantes, las Cook habían sido localizadas por el berciano Álvaro de Mendaña en 1595 y un par de décadas después por Pedro Fernández de Quirós, aunque sus verdaderos descubridores fueron los maoríes, que hoy constituyen el grueso de su población.







Las migraciones de este pueblo, procedente, según los últimos estudios, del sureste asiático, resultan tan épicas como desconocidas en la orilla occidental del globo. A bordo de grandes barcazas o vakasen las que familias al completo se hacían a la mar con sus animales y enseres, los maoríes fueron estableciéndose por los Mares del Sur en sucesivas oleadas. Salían en busca de nuevas tierras dejándose guiar por las estrellas y aprendiendo a leer las señales del océano. A muchos sin duda se los tragó para siempre. Los más afortunados encontraron una nueva morada por las geografías del llamado triángulo polinésico, con Nueva Zelanda, Isla de Pascua y Hawai como vértices y en cuyo centro se aposentan las Cook. Se estima que los maoríes llegaron aquí a partir del siglo VI procedentes de Tahití, Samoa y las Marquesas, ya previamente colonizadas por ellos, y que sus sucesores rematarían la faena poblando después Nueva Zelanda.




A pesar de que el archipiélago constituye hoy un Estado independiente, para determinadas cuestiones está asociado a esta gran isla a casi 3.000 kilómetros, de ahí que los kukis –como divertidamente se autodenomina su gente– ostenten doble nacionalidad, gocen del mismo sistema educativo y sanitario que sus vecinos, se manejen como pez en el agua tanto en inglés como en maorí y hasta usen indistintamente dólares neozelandeses o de las Cook. Eso sí, oficialmente podrá ser un país soberano, aunque se diría más bien uno de juguete: su quincena de islitas apenas suman 20.000 habitantes y todas juntas ni siquiera alcanzan 250 kilómetros cuadrados de tierra firme, aunque a cambio son dueñas y señoras de dos millones de kilómetros cuadrados de inmensidad acuática. Hay islas tan minúsculas que para localizarlas en un mapa habrá que tener buena vista, y para pisarlas tocará volar un día entero, con su noche correspondiente de avión, por lo que la mayoría de los europeos que las eligen se sirven de ellas como un colofón playero con el que ponerle la guinda a un viaje más prolongado por Australia y Nueva Zelanda.




Para los habitantes de ambos países, las Cook vienen a ser algo así como una Polinesia low cost, con unos escenarios que poco tienen que envidiar a Bora Bora, Moorea y demás paraísos que Francia conserva en el patio trasero del mundo, pero a precios mucho más de andar por casa. Si bien el coste del vuelo hace que lo de low cost resulte exagerado para los europeos, el archipiélago, a diferencia de lo que suele imaginarse, no es un coto privado para ricos. Sus hoteles de verdadero lujo se cuentan con los dedos de una mano, y entre estos y los albergues para mochileros –que alguno también hay– media una suficiente pero en absoluto invasiva variedad de alojamientos de todas las categorías, nunca aquí demasiado grandes ni más altos que las palmeras que los camuflan a la vista. Nada tampoco de guetos para turistas. Porque el buen nivel de vida de sus isleños les permite acceder a los mismos locales que los extranjeros, y eso facilita los encuentros con estas gentes tan inmensamente grandes como cariñosas que, aun con todos los servicios del siglo XXI a mano, los usan con naturalidad sin prescindir de su tradición.








sábado, 12 de diciembre de 2015

LA VALLETA. La Fortaleza de los Caballeros.


La Valletta (o Valeta), capital de Malta se encuentra en la costa nororiental de la isla principal. Ocupa una península rodeada por dos bahías naturales (Marsamxett y Grand Harbour) que la protegen y que fueron utilizadas desde la antigüedad como puerto y refugio de flotas pesqueras, comerciales y militares.

La ciudad se extiende desde la cercana y monumental Floriana, hasta la punta de la península donde se encuentra la fortaleza de San Telmo. La Valletta destaca por sus monumentos que testimonian de la variedad de orígenes del país y de su carácter militar, así como del periodo británico. El plano de la ciudad es en cuadricula, con calles rectas y paralelas que forma manzanas cuadras que integran los diversos monumentos (más de 320) de todas las épocas. La ciudad es pequeña pero hay ciertas cuestas que nos harán sudar sobre todo en verano. Eso sí entrando por Republic Street o Merchants Street, sólo hay cuestas si bajamos hacia los puertos (a nuestra izquierda o derecha) o si vamos hasta el final de La Valletta hasta el Fuerte de St Telmo.

La entrada de La Valletta ya nos marca el carácter rocoso y defensivo de la población. Lo primero que vemos tras la City Gate y la Triton Fountain donde se encuentra la estación de autobuses, son las inmensas murallas que protegían la entrada a la península de La Valletta. Despues encontramos la antigua fortaleza de los Caballeros de la Orden de Malta y el bastión de St James a nuestra derecha y los Bastiones de St Michael’s y St Andrews a nuestra izquierda, junto al Palacio del Auberge de Castille et León, que conformaban el sistema defensivo terrestre de la ciudad. 




Franqueando la entrada se abre la Republic Street, el eje neurálgico de la capital que la recorre y llega hasta el Fuerte de San Telmo, atravesando las plazas más importantes y los monumentos más importantes de La Valletta. La mayor parte de esta calle es peatonal, igual que la citada Merchants street.
Republic Street recorre los 600 metros de longitud de la capital maltesa y además de comunicar los principales monumentos ofrece un amplio surtido de comercios y boutiques de lujo y de productos autóctonos, así como todos los servicios de una ciudad (Bancos, comercios, restaurantes, etc…).
Una de las dos oficinas de información turística de la Valeta se encuentra nada más entrar en la ciudad a nuestra derecha, junto al St James Cavalier Center for Creativity que ocupa la Fortaleza de los Caballeros de St Juan de Malta. Este edificio ha sido reconvertido en centro de exposición de arte contemporáneo. A su lado las ruinas de la Opera (Royal Opera House) destruida durante la II Guerra Mundial.
Continuando nuestro recorrido nos encontramos con el edificio del Auberge de Provence, sede del Museo de Arqueología, lugar de visita casi obligada ya que muestra un panorama de la diversidad histórica de Malta.
Un poco más allá se halla la Plaza del Sitio de Malta, con los juzgados de la isla y La Catedral de San Juan (Saint John’s cathedral). Muy cerca veremos la otras dos grandes plazas de La Valletta, la Plaza de la Republica flanqueada por el Palacio del Gran Maestre (Grand Master’s Palace) y la Plaza de San Jorge (Misrah San Gorg).
Republic street continua hasta la fortaleza de St Telmo que ocupa toda la punta del mismo nombre. Las fortaleza fue el principal bastión de defensa de la península por el mar. En las antiguas instalaciones militares se encuentra el Museo de Guerra y el Museo del Fuerte de San Telmo además de los bastiones de St Gergory’s, Ball’s y Abercrombie’s. 
Otros edificios reseñables de La Valletta son el Mediterranean Conference Centre al oeste de la península y el Teatro Manoel, -uno de los tres más antiguos de Europa-, el Palacio del Arzobispo y la Catedral de San Pedro al este.




Qué hacer en La Valletta.
La capital de Malta es una ciudad pequeña, apenas 8.000 habitantes, pero ello no impide que sea una ciudad bastante cosmopolita y llena de animación.
Las tiendas son numerosas y entre ellas muchas de productos de lujo (ropa, perfumes, cosméticos, etc...), relojes, bebidas, que atraen a muchos turistas. Junto a las boutiques encontramos numerosos bares y restaurantes. Las terrazas de Malta son siempre un lugar apetecible para descansar y contemplar la ciudad y el puerto. Las callejuelas que parten de la Republic Street permiten callejear y describir pequeños tesoros ocultos en forma de vista, de fotografías o de cafés acogedores donde pasar un buen rato.
La noche de La Valletta es reputada por su animación y su ambiente, que según algunos, recuerda o se parece al de Ibiza. No faltan pues las discotecas y la música electrónica, aunque el centro de la fiesta nocturna es la cercana Paceville. En Sliema al oeste hay muchos restaurantes económicos y de cocinas diversas, en cambio en Vittoriosa (Senglea), al otro lado del canal, pero hacia el este hay restaurantes más lujosos y con platos más elaborados. Junto a la marina encontrará estos locales que sin embargo no son demasiado caros. Aun así los precios de bares y restaurantes son algo más caros en La Valletta, Sliema y Cottonera (Tres ciudades) que en el resto del Malta y Gozo.
Una característica de La Valletta es la tranquilidad, la calma y la seguridad. No hay mendicidad, ni se observa pobreza ni problemas de seguridad. A pesar de ello, como siempre, recomendamos prudencia y sentido común.
Una bonita sugerencia es un paseo por el Valletta Waterfront que recupera una parte de la costa abandonada antaño y que hoy es, tanto de día como de noche, un lugar de animación, bares y restaurantes.



domingo, 6 de diciembre de 2015

EL MAR MUERTO. Una maravilla natural.


Seguramente el Mar Muerto es sin duda alguna uno de los lugares del mundo más atractivos y curiosos que cualquier persona puede llegar a conocer. Los hechos históricos que allí sucedieron, su ubicación y su “originalidad” hacen de este lugar un espacio único. Una excusa perfecta para visitar Jordania y vivirlo en primera persona.
Es el punto más bajo de la tierra y con sus más de 70 kilómetros de largo y 18 de ancho es una de las fronteras naturales entre Jordania e Israel. En noches despejadas, desde el lado jordano, se puede ver Jericó iluminada.
A día de hoy el Mar Muerto se encuentra a 416 metros por debajo del nivel del mar. Por desgracia, el nivel del agua está bajando alrededor de un metro por año, por lo que a este ritmo, habrá desaparecido dentro de unos 40 años más o menos. La razón principal es que las fuentes naturales de agua, que fluyen hacia el sur por el valle del Río Jordán de Siria y el Líbano, han sido desviadas por Israel para la agricultura y el agua potable a lo largo del camino. Debido a esto, han aparecido cientos de sumideros que están devorando la tierra donde la costa estuvo alguna vez. Tal es el punto que las autoridades están teniendo que drenar las playas continuamente. No sé qué medidas se han de tomar (si hay alguna), pero sería una tragedia que este lugar tan enigmático se perdiera.




El principal atractivo del Mar Muerto sigue siendo el poder bañarnos en él sin llegar a hundirnos. Es totalmente imposible. La explicación es, la gran cantidad de sal que contienen sus aguas, un 27 % de densidad, cuando lo normal es que cualquier mar u océano tengan entre un 2 y un 3 %. Muy recomendable no meteros con heridas o picaduras y siempre con gafas para proteger los ojos del agua. El picor puede llegar a ser bastante molesto. Ah, y la boca bien cerrada.
Esta salinidad aumenta con la profundidad y es la culpable de que en sus aguas no exista ningún ser vivo. La cantidad total de sal que hay en este mar se calcula en 40 millones de toneladas.






Propiedades curativas
Sus aguas también son conocidas por sus propiedades curativas. Desde el punto de vista terapéutico, los tratamientos en el Mar Muerto son tremendamente eficaces para combatir desde la psoriasis y la dermatitis hasta la artritis, el reúma, el estrés, la fatiga o algunos tipos de alergias y dolencias musculares, requiriendo entre dos y cuatro semanas de estancia. Algunos, sin embargo, acuden a realizar un programa más corto de relax y belleza, ya que la combinación de su atmósfera tremendamente oxigenada con las propiedades de sus aguas y sus fangos ricos en magnesio, potasio, calcio, bromuro, cloruro sódico y muchas otras sales se convierte en un cóctel de lujo para la piel. Además, la evaporación que provoca su clima tan seco y caluroso filtra los rayos ultravioleta B, permitiendo exponerse al sol con mucho menos riesgo a las quemaduras. No obstante, esto no parece ser motivo suficiente para muchas musulmanas estrictas que, a diferencia de las occidentales y las (también) muchas árabes y jordanas que toman el sol tranquilamente en bikini, se sumergen en el Mar Muerto enfundadas de arriba abajo en los controvertidos burkinis de pantalón largo, camisola y capucha que, sin dejar a la vista el menor atributo, les permiten disfrutar de la playa sin violar sus preceptos religiosos. Una imagen tan curiosa desde que se puso de moda hace unos pocos años, como la consabida foto de rigor que se toman los turistas leyendo el periódico mientras flotan sin esfuerzo sobre sus aguas.