Pasear por la calle Caminito es un recuerdo imborrable; casi impagable, podría decirse. Es el olor a tango; es el sabor de Argentina; es la caricia de un recuerdo nostálgico que se pasea por la mente cuando de entre nuestros labios se escapan en un susurro las palabras Buenos Aires; es el sonido de aquel famoso tango que baila sus notas por nuestros sentidos:
“Caminito que el
tiempo ha borrado,
que juntos un día
nos viste pasar,
he venido por
última vez,
he venido a
contarte mi mal,
Caminito que
entonces estabas
bordado de trébol y
juncos en flor,
una sombra ya
pronto serás,
una sombra lo mismo
que yo…”
Y ya con la letra cubriendo nuestros oídos,
paseamos perdidos por la famosa calle, rodeado de chavales jugando
interminablemente y con pasión al balón, con sus camisetas azules y amarillas
del Boca Juniors, con ese 10 en la espalda y el nombre de su ídolo, Maradona,
en su espalda. Te paras, los observas, y entonces de reojo, ves un poco más
allá, a dos bailarines, moviendo sus cuerpos en una perfecta sinfonía elegante
de pasos entrelazados, de movimientos imposibles, y piernas que parecen unirse
en un abrazo acogedor.
Pasión y belleza hecha música y ritmo, para
sentir como de uno mismo, ese arte que sólo los argentinos saben transmitir.
Poseído das unos pasos de baile, invitado por la bailarina, tan mágica, tan
sutil; una pluma en tus brazos, dando vueltas a tu alrededor, girando con el
mundo que parece permanecer impasible a tu alrededor mientras vuelas y vuelas
llevado por su gracia. Te deslizas; se desliza, y en tu mente sigues tarareando…
“Caminito que todas
las tardes
feliz recorrías
cantando mi amor
no le digas si
vuelve a pasar
que mi llanto tu
suelo regó.
Caminito cubierto
de cardos,
la mano del tiempo
tu huella borró;
yo a tu lado
quisiera caer
y que el tiempo nos
mate a los dos…”
Este barrio está situado al sur de la
ciudad, en la zona portuaria. De estilo mediterráneo, es conocido también como
la Piccola Italia, pues recibió un fuerte impulso gracias a la inmigración
italiana, entre los años 1880 y 1930. Hasta entonces, marineros genoveses eran
sus principales habitantes; una sociedad pobre, pero alegre, de la que
surgieron muchos artistas del mundo de las letras y la música. Y como reflejo
de aquella sociedad; de aquella vida pobre, pero sana y alegre, nos quedó como
un legado la calle Caminito.
La calle Caminito es una pequeña calle de
apenas 100 metros de longitud, pero que alberga, en tan escaso recorrido, ese
sabor tradicional de principios del siglo XX. Una calle inundada por el color
variado de sus paredes, en tonos alegres y brillantes; por murales pintados a
mano; por la eterna música de Juan de Dios Filiberto, creador del tango
“Caminito”. Es una calle entrañable; particularmente, el mejor recuerdo de Buenos
Aires. Y a la espectacularidad y brillantez de la pequeña calle, se une el
tipismo de los pintores que exponen sus obras cada semana, de lunes a domingo,
entre las 10,00 y las 18,00 horas. Y es que Caminito es un museo de arte al
aire libre.
Nos alejamos de la calle Caminito, pero no
del sabor del barrio. Un paseo por las calles Rocha, o Garibaldi, o tantas
otras aún nos llevará a rincones típicos; a viejas calles que aún conservan
aquel ambiente de años atrás. Precisamente desde allí se tiene una muy buena
vista del puerto, de la Boca y del puente de Avellaneda. En este lugar, llamado
la “Plazoleta de los Suspiros” se reunían antiguamente los genoveses para
recordar la tierra que habían dejado atrás.
El Museo de Bellas Artes de la Boca,
situado en la Avenida Pedro de Mendoza, abre de martes a domingos de 10 a 17,45
h. En él se encuentran las obras de muchos pintores y artistas locales.
Pero el símbolo del barrio es, sin duda, el
viejo puente de Avellaneda, construido en 1908. Unía las dos orillas del
Riachuelo, conectando la ciudad con la provincia de Buenos Aires, y por él
entraba gran parte del comercio de la ciudad, hasta que en el año 1940 fue
sustituido por el Nuevo Puente. En éste hay unas escaleras que nos conducen
hasta un mirador desde donde admirar todo el barrio de La Boca.
Y cómo no, no podemos marcharnos sin
admirar La Bombonera, el mítico estadio donde tantos y tantos argentinos han
depositado sus ilusiones y sus sueños. Vivir la pasión de los argentinos por el
fútbol desde uno de los asientos del estadio del Boca Juniors es algo que deja
impresionado: el fervor que derrochan, las ansias, las ganas por el deporte
rey, el desgarro por sus colores.
Y así, entre el fervor de los boqueños, nos
despedimos en sus cantinas, la calle Necoechea, también tan típica, el gusto
del buen comer argentino, con la mente puesta en ese espectáculo de tango, que
aunque tan turístico, resulta imposible de perderse, ya sea en este barrio, o
en el próximo de San Telmo.
Y así, lentamente, dejamos atrás el barrio
de la Boca, con una inmensa nostalgia, mientras continúas…
Desde que se fue
triste vivo yo,
caminito amigo,
yo también me voy.
Desde que se fue
nunca mas volvió,
seguiré sus pasos,
caminito, adiós”
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