Una enorme columna de agua que brota furiosamente de la imponente pared de roca descarnada del tepuy Auyantepuy cae con un ensordecedor bramido y desaparece entre una densa bruma de agua pulverizada antes de alcanzar el río Churún. Así es Salto Ángel –en algunas guías también figura como Salto del Ángel o Angel Falls en inglés–, la cascada más alta del mundo con sus 979 metros de altitud, de los cuales tan solo 807 son caída continua, mientras que el resto son pequeños saltos de agua igualmente impresionantes.
La
cascada Salto Ángel se encuentra en el Parque Nacional de Canaima, declarado
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994. Un capricho de la naturaleza
lleno de ríos, selvas tropicales y 115 tepuys, mesetas rocosas elevadas de
origen precámbrico, con bordes casi geométricos cincelados por la erosión
durante millones de años. Los geólogos coinciden en datar este lugar como
anterior a la irrupción de la vida sobre el planeta, pero no hay mucha unanimidad
acerca de quién descubrió el Salto Ángel. Los venezolanos lo atribuyen al
explorador Ernesto Sánchez, que en 1910 notificó el hallazgo al Ministerio de
Minas e Hidrocarburos en Caracas. La historia, sin embargo, ha querido dejar
como su descubridor al piloto norteamericano Jimmy Angel, que en 1937
aterrizaba accidentadamente sobre la cima del tepuy convirtiéndose oficialmente
en el primer ser humano que ponía el pie sobre el Auyantepuy, dato más que
suficiente para bautizar la cascada como Salto Ángel en su honor.
La Montaña del Infierno
Esta
enorme catarata siempre ha vivido envuelta en un halo de magia. Los indios
pemones, nativos de la tierra y que en nuestros días compaginan sus tradiciones
ancestrales con sus tareas como guías turísticos, ya la conocían antes del
incidente aéreo de Jimmy Angel. La llamaron kerepakupai verá o kerepakupai
merú, que significa “salto desde el lugar más profundo”, pero lo hicieron desde
el terror. Porque el Auyantepuy, para ellos Montaña del Infierno, albergaba a
los mawariton o “espíritus malignos”, y en especial a Tramán-Chita, el ser
supremo del mal. Hoy sabemos que la rabia de esta catarata no se debe a ningún
diablo sino a la fuerza del agua de las intensas lluvias tropicales que se
concentran y descargan únicamente sobre el propio tepuy. Por eso no hay río
propiamente dicho, sino riachuelos improvisados que serpentean sobre la
planicie hasta confluir en la ladera. La lluvia que da vida al Salto Ángel
puede también ser un estorbo para el viajero: a mayores precipitaciones, más
posibilidades de toparse con nubes que imposibiliten totalmente su vista. Por
el contrario, en la época seca (entre diciembre y marzo) el cielo suele estar
raso aunque la catarata también cae más escuálida. La virulencia del torrente,
unida a lo escarpado de las paredes del tepuy, dificulta el crecimiento de vida
vegetal, así como las migraciones animales. De ahí que en la cima se hayan
encontrado especies de flora y fauna endémica, como ciertas plantas carnívoras
que solo habitan en las cimas de estas mesetas.
Aventura río arriba
Acceder
hasta Salto Ángel es toda una aventura, pues el acceso hasta el parque nacional
solo es posible en avioneta y, según los caprichos de la meteorología, la
lluvia y la niebla pueden convertir el vuelo en una azarosa travesía. Un baño
en las frías aguas del lago Canaima, rodeadas de una tupida vegetación de
árboles tropicales y palmeras, será un buen bautismo de emociones. Primero
porque en el lago hay bastante corriente: el agua entra con fuerza por los
saltos Hacha, Golondrina y Ucaima y sale por el Salto Ara, un desnivel por el
que el río sigue su curso. Pero, además, las playas de arena blanquísima
contrastan con las aguas rojizas y hasta llenas de espuma. No hay nada que
temer: no es contaminación sino el efecto de los taninos y la saponina
procedentes de la vegetación. En Canaima se puede contratar un vuelo de unos 45
minutos en avioneta para sobrevolar el Cañón del Diablo formado por las aguas
del río Churún hasta el Salto Ángel. La opción más intensa implica remontar río
arriba a bordo de una curiara (un tipo de canoa indígena con motor fuera borda)
y culminar el trayecto con una caminata de una hora hasta el mirador frente al
Salto Ángel.
La travesía hasta Salto Ángel
A lo
largo del camino, casi seguro nos visitará alguna lluvia caprichosa y podremos
aspirar el aroma a selva mojada, descubrir cómo la falta de nutrientes del
suelo lleva a los árboles a desplegar las raíces por la superficie en busca de
materia orgánica en descomposición, contemplar el colorido plumaje de los
guacamayos, sentirse a merced del río en los rápidos de Mayupa y escuchar el
ensordecedor rugido de las cataratas que caen desde los tepuys. Porque, aunque
la cascada Salto Ángel es la más famosa, a lo largo de todo el cortante del
Auyantepuy manan magníficas caídas de agua –como el Churún-Merú– que se
precipitan al vacío rodeadas de enigmáticas nubes de vapor. Una imagen
fascinante que inspiró la escenografía de la película Avatar, de James Cameron,
o incluso la cima donde se posaba la casa con globos del filme de animación de
Disney Up.
GALERÍA DE IMÁGENES
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