Seguramente el Mar Muerto es sin duda alguna uno de los lugares del mundo más atractivos y curiosos que cualquier persona puede llegar a conocer. Los hechos históricos que allí sucedieron, su ubicación y su “originalidad” hacen de este lugar un espacio único. Una excusa perfecta para visitar Jordania y vivirlo en primera persona.
Es el punto más bajo de la tierra y
con sus más de 70 kilómetros de largo y 18 de ancho es una de las
fronteras naturales entre Jordania e Israel. En noches
despejadas, desde el lado jordano, se puede ver Jericó iluminada.
A día de hoy el Mar Muerto se encuentra a
416 metros por debajo del nivel del mar. Por desgracia, el nivel del agua está
bajando alrededor de un metro por año, por lo que a este ritmo, habrá
desaparecido dentro de unos 40 años más o menos. La razón principal es que las
fuentes naturales de agua, que fluyen hacia el sur por el valle del Río Jordán
de Siria y el Líbano, han sido desviadas por Israel para la agricultura y el agua
potable a lo largo del camino. Debido a esto, han aparecido cientos de
sumideros que están devorando la tierra donde la costa estuvo alguna
vez. Tal es el punto que las autoridades están teniendo que drenar las
playas continuamente. No sé qué medidas se han de tomar (si hay alguna), pero
sería una tragedia que este lugar tan enigmático se perdiera.
El principal atractivo del Mar Muerto sigue siendo el poder bañarnos en él sin llegar a hundirnos. Es totalmente imposible. La explicación es, la gran cantidad de sal que contienen sus aguas, un 27 % de densidad, cuando lo normal es que cualquier mar u océano tengan entre un 2 y un 3 %. Muy recomendable no meteros con heridas o picaduras y siempre con gafas para proteger los ojos del agua. El picor puede llegar a ser bastante molesto. Ah, y la boca bien cerrada.
Esta salinidad aumenta con la profundidad y
es la culpable de que en sus aguas no exista ningún ser vivo. La cantidad
total de sal que hay en este mar se calcula en 40 millones de toneladas.
Propiedades curativas
Sus aguas también son conocidas por sus
propiedades curativas. Desde el punto de vista terapéutico, los tratamientos en
el Mar Muerto son tremendamente eficaces para combatir desde la psoriasis y la
dermatitis hasta la artritis, el reúma, el estrés, la fatiga o algunos tipos de
alergias y dolencias musculares, requiriendo entre dos y cuatro semanas de
estancia. Algunos, sin embargo, acuden a realizar un programa más corto de
relax y belleza, ya que la combinación de su atmósfera tremendamente oxigenada
con las propiedades de sus aguas y sus fangos ricos en magnesio, potasio,
calcio, bromuro, cloruro sódico y muchas otras sales se convierte en un cóctel
de lujo para la piel. Además, la evaporación que provoca su clima tan seco y
caluroso filtra los rayos ultravioleta B, permitiendo exponerse al sol con
mucho menos riesgo a las quemaduras. No obstante, esto no parece ser motivo
suficiente para muchas musulmanas estrictas que, a diferencia de las
occidentales y las (también) muchas árabes y jordanas que toman el sol
tranquilamente en bikini, se sumergen en el Mar Muerto enfundadas de arriba
abajo en los controvertidos burkinis de pantalón largo, camisola y capucha que,
sin dejar a la vista el menor atributo, les permiten disfrutar de la playa sin
violar sus preceptos religiosos. Una imagen tan curiosa desde que se puso de
moda hace unos pocos años, como la consabida foto de rigor que se toman los
turistas leyendo el periódico mientras flotan sin esfuerzo sobre sus aguas.
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