Antes de adentrarnos en la más diminuta, joven y meridional de las Islas Canarias –pertenece a la provincia de Santa Cruz de Tenerife– resulta necesaria una aclaración: si bien no se sabe a ciencia cierta cuál es el origen de su nombre, parece que proviene de una derivación del antiguo lenguaje canario cuyo término hero (leche) hacía referencia a la isla. Desde luego, lo que está claro es que no hace alusión ninguna al metal del mismo nombre, dada la ausencia de éste en la isla.
Se podría decir que El Hierro es ‘lo más’ de Canarias en muchos sentidos. La isla más joven en cuanto a su origen geológico, la más meridional, la más occidental, la más pequeña y la más solitaria, con una población que no alcanza los 11.000 habitantes. Y también la que cuenta con mayor territorio protegido en relación a su tamaño y la que aspira a abastecerse a sí misma en lo que a energías limpias y recursos se refiere. La brecha montañosa, escarpada y en curva que la divide en dos mitades detiene los vientos del sur originando dos ‘Hierros’ climáticos a cada lado. Y dos islas diferentes hay también por encima de la superficie y bajo el mar: una árida y desnuda, de sabinas callosas y retorcidas por la fuerza de los alisios, y otra de exuberantes fondos y aguas limpísimas, con temperaturas constantes en torno a los 20 grados y repletas de especies animales, que la han convertido en la meca del submarinismo en el archipiélago.
Los fondos marinos de El Hierro, como los del resto de las Canarias occidentales, se disputan el amor de los apasionados al buceo en Europa. Hasta aquí se desplazan miles de turistas cada año para vivir la experiencia única que entraña encontrar fondos de más de 200 metros de profundidad –límite al que llegan los rayos solares–, a menos de 300 metros del litoral herreño. Aunque existen numerosas zonas de inmersión, las áreas más demandadas se reparten entre Punta Restinga, La Caleta, Roque de Bonanza o la Cueva de los Jureles. La isla reúne una serie de requisitos que la convierten en uno de los destinos submarinos más atractivos: su morfología volcánica, un sinfín de especies marinas y aguas cálidas –el punto más próximo al ecuador.
LUGARES DESTACADOS
MIRADOR DE LA PEÑA
Si hay una manera bien poética de decir adiós a la isla de El Hierro, ésa es desde lo alto del Mirador de la Peña, en el espectacular restaurante que diseñó el artista lanzaroteño César Manrique. Ante la inmensidad del Valle del Golfo, resulta inevitable enumerar mentalmente los encantos de esta tierra. Son muchos, sí. Pero hay uno que permanece en la memoria: la calma embriagadora que se proyecta hasta en el carácter de sus habitantes y que alimenta su enigmática atmósfera. El Hierro nos recuerda que el paraíso no queda tan lejos.
LA RESTINGA
La carretera que conduce al sur de El Hierro muere en el pueblo pesquero de La Restinga. Repleto de submarinistas devotos, la estampa que recibe al viajero se traduce en unas callejuelas que separan un conjunto de casas blancas que miran a un diminuto puerto. Las barcas que descansan en la orilla pertenecen a pescadores que traen consigo la recompensa al amanecer. Resulta casi obligatorio dejarse caer por uno de sus escasos y recoletos restaurantes y probar el pescado del día. Pero si prefiere verlo en su hábitat natural, este es el lugar perfecto: esta es la puerta de entrada a la reserva marina de El Mar de las Calmas, una maravilla que habita bajo las aguas herreñas.
ECOMUSEO DE GUINEA y CENTRO DE RECUPERACIÓN DEL LAGARTO GIGANTE
En El Hierro, en el Centro de Recuperación del Lagarto Gigante, se lleva a cabo la reproducción controlada de una subespecie de la desaparecida. Los ejemplares que conviven en el centro son más tarde puestos en libertad en los entornos donde hallaron restos de estos reptiles de cuerpo robusto y color pardo negruzco de unos 60 centímetros. Apenas unos metros más allá, encontramos un tesoro antropológico que nos revela secretos de alcoba de los bimbaches: el poblado de Guinea, el más antiguo del municipio de Frontera. Hoy convertido en un museo al aire libre, la última familia abandonó el asentamiento en los años 50 del siglo pasado. El conjunto de edificaciones –del siglo XVII al siglo XX– que ha sido restaurado con los materiales originales, dan buena cuenta del modo de vida que llevaban sus antiguos moradores.
FRONTERA
Al oeste de la isla de El Hierro, el municipio de Frontera atesora los suficientes encantos como para ostentar la etiqueta de lugar imprescindible. Para empezar, su fertilidad, gracias a la cual sus excelentes vinos con denominación de origen se han labrado una fama. En Frontera, el calor se combate en las piscinas naturales de La Maceta, muy poco profundas, y por tanto ideales para ir con niños.
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