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viernes, 24 de junio de 2016

WROCLAW. La Venecia polaca.


Wroclaw, la capital de la Baja Silesia polaca, es una ciudad encantadora y poco conocida en España, a diferencia de Varsovia o de Cracovia. Para empezar, su nombre es difícil pronunciarlo –Brotslav– aunque quizás sea más fácil decirlo en alemán, Breslau, o en español, Breslavia. Nombres oficiales hasta la II Guerra Mundial.

Es la cuarta ciudad del país en tamaño, y algunos la definen como «la pequeña Cracovia», gracias a su numeroso patrimonio, tanto artístico como cultural, donde se observa, aquí más que en ningún otro sitio de Polonia, la influencia recibida de los reinos y culturas que a lo largo de los siglos han dominado esta zona: Bohemia, Austria, Prusia, y Alemania, para ser finalmente polaca a partir de la II Guerra Mundial.

La considerada también como la Venecia polaca, gracias a sus doce islas y más de 100 puentes, bajo la sombra del siempre omnipotente río Oder, se presenta hoy como una ciudad multicultural, cuyo dinamismo se refleja en la gran oferta cultural que ofrece, en constante transformación gracias a las nuevas obras arquitectónicas, como el Narodowe Forum Muzyki, una de las salas de conciertos más espectaculares de Europa, justo enfrente del teatro de la Ópera, o el Kino Nowe Horyzonty, cine y centro cultural de ocio, donde, por cierto, suelen presentar Semanas del Cine Nuevo Español. Estos edificios y muchos más, como el Hydropolis, un nuevo museo que ocupa un antiguo depósito de agua construido en 1893, y que estudia todo lo referente al conocimiento del agua en la historia y cultura del hombre, son la punta de lanza de las grandes actividades que han sido programadas este año con motivo de la Capital Cultural Europea.

La visita a esta hermosa ciudad suele empezar por su Rynek, que es el nombre polaco que define a la Plaza del Mercado o Plaza Mayor. Es casi tan grande como la de Cracovia, y, al igual que allí, nos deja impresionados. Empezada a construir en el S.XIII, este vasto rectángulo, está rodeado por casas de inusitada belleza, que van del gótico al Art Nouveau, pasando por renacentistas, barrocas y clásicas. Nuestro recorrido por Wroclaw, nos lleva al Barrio Universitario, donde se encuentra uno de los tesoros más preciados. Es la sala Leopoldina, una extraordinaria sala barroca del S. XVIII, presidida por una estatua del emperador Leopoldo I.




Desde la universidad, vamos cruzando algunos puentes sobre el Oder, y una vez traspasado el llamado Puente de los enamorados, todo él lleno de candados, llegamos a la parte más antigua de la ciudad, conocida como Ostrów Tumski. Un remanso de paz, sólo roto por los pasos de los numerosos fieles y visitantes que acceden a este pequeño y recoleto barrio. Aquí se encuentran varias iglesias, un palacio episcopal, y algunos seminarios, siendo la catedral de San Juan Bautista, patrón de la ciudad, su más emblemático edificio, donde antaño el que posteriormente fuera el Papa Juan Pablo II, venía a rezar. Afortunadamente un ascensor sube a una de las torres, desde donde se obtiene una impresionante vista de toda la ciudad.
Aprovechando las Jornadas Mundiales de la Juventud, visitamos también Cracovia, una joya urbana, que se define ella sola, como una de las ciudades más bonitas de Europa. Esta antigua capital real de Polonia, tuvo la suerte de quedar prácticamente intacta durante la última Guerra Mundial. Gracias a ello, Cracovia nos presenta con todo su esplendor, monumentos, plazas, barrios, calles, palacios, castillos, etc, tan bien conservados, que crees que estás en el medievo. El premio ante tanta belleza, fue reconocida en 1978 al incluirla en la lista del Patrimonio Mundial por la Unesco.
Como en Wroclaw, habrá que recalar primeramente en el (Rynek). Centro de la vida religiosa, económica y política de la ciudad medieval, que está considerada como una de las plazas más grandes del mundo con sus 200 metros de lado. Alrededor de ella, las fachadas de las casas, dan más realce a la principal iglesia de Cracovia. La Iglesia de Nuestra Señora, que con su bonita fachada y sus dos torres asimétricas, se convierte en una de las postales más difundidas de la ciudad.
En el centro de toda la plaza, se encuentra, el Mercado de los Paños, y al sur de la misma se nos aparece la calle Grodzka, la principal y más elegante calle de la ciudad. Totalmente peatonal, antiguamente era conocida como el Camino Real, ya que la utilizaban los Reyes y la Corte, para llegar hasta la Colina de Wawel.



WAWEL
Es aquí donde se encuentra por un lado, la Catedral gótica de Wawel, uno de los principales santuarios espirituales de Polonia, el lugar donde se realizaban las ceremonias de coronación y funerales de los reyes, y en su interior se encuentra la cripta con sus grandiosas tumbas reales y monumentos funerarios de muchas personalidades polacas. Al lado del santuario religioso, se ubica el Castillo Real, muy modificado a lo largo de los siglos. Un espléndido palacio- castillo renacentista, que representa el símbolo de la identidad nacional polaca.
A tiro de piedra de Wawel, el barrio de Kazimierz es el barrio judío de la ciudad. Aunque después de la guerra quedó prácticamente abandonado, en los últimos años ha resurgido como uno de los barrios más de moda de Cracovia. Aparte de algunas iglesias católicas, se encuentran varias sinagogas, museos y cementerios judíos que sobrevivieron a la guerra. Fue aquí donde Steven Spielberg, rodó algunas escenas del film «La lista de Schindler». También se conserva la fábrica del mismísimo Schindler, convertido actualmente en museo.




LA UNIVERSIDAD DEL PAPA
Cracovia cuenta con una de las Universidades más antiguas de Europa, la Universidad Jagelon, fundada en 1364, en la que estudiaron personajes ilustres tales como Copérnico, y un joven que a la postre sería mundialmente famoso, Karol Wojtyla. Para terminar la visita a Cracovia, no hay que dejar de ver las Minas de sal de Wieliczka, a unos 14 Km de la ciudad, y también declarada Patrimonio de la Humanidad. Es una mina de sal gema que ha estado funcionando sin interrupción desde hace más de 700 años. El momento cumbre del recorrido es cuando se visita la capilla de Santa Kinga, un santuario subterráneo gigantesco, todo de sal, incluidos los candelabros, retablos, altares esculpidos, etc, donde también se celebran misas.



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