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viernes, 3 de junio de 2016

NGORONGORO. Un cráter de 20 kilómetros de diámetro.


Este paraje de Tanzania es uno de los espacios naturales más importantes de África. Una fauna única y los rastros de los primeros humanos se mezclan en un lugar increíble.

Cuando los primeros humanos pisaron estas tierras, hace unos 3,7 millones de años, el enorme boquete de más de 20 kilómetros de diámetro aún no existía. Los homínidos que vivieron y murieron en lo que hoy es la Garganta de Olduvai, debieron ver una enorme montaña, semejante al cercano Kilimanjaro que, según los geólogos, reventó de mala manera hace unos 2,9 millones de años dejando una cicatriz tremenda en el paisaje; milenos de vientos y aguas suavizaron los perfiles y convirtieron el antiguo volcán en un paraíso; un refugio perfecto para los más de 25.000 grandes animales que hoy habitan en la caldera volcánica más grande del mundo. Ngorongoro. ‘Lugar frío’, en la lengua de los míticos masais. Pero punto caliente de la biodiversidad en el que pueden verse a la práctica totalidad de los grandes animales de la fauna africana, incluido el Rinoceronte Negro, que aquí ha encontrado uno de sus últimos refugios.
Situada en pleno Valle del Rift, esa enorme fractura de casi 5.000 kilómetros de longitud por dónde el cuerno de África insiste en separarse del resto del continente, la Reserva Natural del Ngorongoro ocupa uno de los lugares más imponentes de la intensa geografía africana. Al oeste linda con el mítico Serengueti y, un poco más allá, se encuentran las costas del Lago Victoria. En su seno se encuentra la garganta de Olduvai, donde se han encontrado los fósiles humanos más antiguos del mundo, y siguiendo las llanuras, escenarios de las masivas migraciones anuales de ñus, cebras y gacelas se encuentra el Kilimanjaro, máxima altura africana y auténtica meca de aventureros de los cuatro puntos cardinales.



La visita empieza en la ciudad de Arusha, a unos 90 kilómetros de la Reserva. En el Centro de Visitantes se adquieren los permisos necesarios para visitar la zona, se paga la entrada y se contratan a los guías autorizados. No es posible visitar el parque por cuenta propia. Las reglas de conservación son muy estrictas. El viajero puede aprovechar para conocer esta ciudad que sirve de puerta de entrada a los principales parques nacionales tanzanos. Una visita recurrente es el Cultural Heritage Centre, un complejo de tiendas de artesanía que cuentan con un pequeño museo dedicado a las culturas nativas del área. Más modesto es el Old Boma Museum en el que se hace un repaso a la historia humana y natural de la zona.
El mercado que ocupa el centro de la población es otra de las atracciones de Arusha. En el Mercado de los maasai se pueden comprar objetos artesanales; el regateo es obligatorio. La ciudad es, también, el lugar dónde se contratan los safaris para visitar Ngorongoro. Fundamental comparar precios y, sobre todo, fijar de antemano todos los servicios (transporte, entrada al parque, guía, horarios, alojamiento).




El cráter de las maravillas
La carretera B-144 corre en dirección Este a Oeste buscando las riveras del Lago Victoria. Antes de llegar al Área Natural de Ngorongoro, pasaremos junto al Parque Nacional del Lago Manyara famoso por sus espectaculares poblaciones de hipopótamos. La carretera atraviesa las llanuras de sabana por donde pasan las grandes manadas de herbívoros que migran desde Serengeti hasta Mara. El altiplano ronda los 2.500 metros de altitud. Acá y alla surgen picachos que apuntan hacia el azul. Testigos hoy mudos de una época en la que el Valle del Rift era un continuo de erupciones volcánicas y terremotos. En ese contexto se explica el enorme socavón que forma el cráter. 600 metros de desnivel en laderas perfectas y vírgenes cubiertas de bosques. Y al fondo, un verdadero paraíso natural.
Pastos verdes, las aguas salinas del Lago Magadi, los humedales de Gongor y más de 25.000 habitantes. Las paredes encierran un ecosistema de más de 264 kilómetros cuadrados donde no faltan los grandes inquilinos de la sabana: elefantes, cebras, ñus, rinocerontes, gacelas, hipopótamos, avestruces, flamencos… De todo un poco. Y en la cúspide de la cadena alimenticia el león (en el cráter viven unos 70 ejemplares) y el leopardo. La única manera de visitar este auténtico edén es a través de safaris contratados. Las normas de tránsito y comportamiento son estrictas. No más de 25 kilómetros por hora; prohibido echar el pie a tierra; cero basura…




Espacio humano
El Área Natural de Ngorongoro ha recibido el estatus de Patrimonio Mundial. Más allá de su importancia como reserva natural, el parque, que supera los 8.288 kilómetros cuadrados también es una zona cultural de enorme valor que atesora importantes vestigios humanos desde hace más de 3,7 millones de años. Los viajeros no pueden perder la oportunidad de visitar el Museo de Sitio Oldupai Gorge, instalado en el lugar donde la famosa saga de los Leakey han descubierto alguno de los fósiles humanos más antiguos del mundo. El hombre se hizo humano en estos parajes y, desde entonces, ha desarrollado una cultura propia basada en el aprovechamiento del medio. El trasiego de culturas, en este largo periodo de tiempo, ha sido una constante.
Comparados con sus habitantes más antiguos, los mítico Massai son unos recién llegados. Los antropólogos aseguran que esta tribu de orgullosos guerreros-pastores se instaló en el área desde hace unos dos siglos y medio. A lo largo de la ruta B-144 (en dirección hacia el Serengueti) hay varios asentamientos en los que el visitante inquieto puede descubrir aspectos del día a día de los hombres y mujeres de la sabana. El Kiloki Senyat Cultural Boma, uno de los más importantes de la región, se encuentra a escasos 10 kilómetros del Museo Oldupai Gorge.









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