El Algarve es una región que muestra bastantes contrastes entre el turismo más masivo y las ciudades que conservan un carácter más local y tradicional.
Faro, Loulé, Tavira y Portimao son algunas
de ellas, lo que resulta
especialmente paradójico al visitar Portimao, cuyo núcleo urbano parece ignorar
en gran parte la presencia de la turística Playa da Rocha en el municipio y
ofrece en su Museo de Portimao las claves de una historia regional ahora
relegada entre sol y playa.
Portimao es la ciudad más importante del suroeste del Algarve y una de las pocas que sería capaz de
presumir de tener un centro urbano donde el turismo es secundario. Paseando por
sus calles centrales, nos encontramos con los mismos espacios peatonales y
comerciales que nos podemos encontrar en cualquier otra ciudad portuguesa y -si
bien las tiendas no pueden evitar algunos tics dirigidos al turista, como las
inevitables traducciones de los menús del día en inglés-, uno tiene la
sensación de encontrarse en una ciudad de alma y población portuguesa, algo que
parece obvio, pero que no es tan habitual en esta zona de la costa algarvía.
Digamos que Portimao y el turismo masivo han llegado a un acuerdo
beneficioso para ambos. Los turistas toman el área de la Playa da Rocha -una de las más
famosas del Algarve- y los locales se quedan con el centro de la ciudad, incluyendo la
vistosa orilla del río Arade,
que ofrece algunas de las estampas características de la ciudad. El casco
urbano de Portimao podría, entonces, transplantarse a cualquier otra zona de la
costa portuguesa sin que se notara excesivamente la diferencia.
Esto, que puede
parecer sencillo, no es tan habitual en la parte occidental de las costas del
sur del Algarve. La parte oriental se ha visto protegida, en cierto modo, por
la presencia del Parque Natural de la Ría Formosa, que ha hecho que el acceso a
las playas sea un poco más difícil, alejando a los turistas más vagos y
respetando, con ello, su carácter tradicional.
Sin embargo, la
parte occidental, con sus pueblos y ciudades más abiertas al mar ha visto como
algunas de sus ciudades han quedado convertidas en reductos de sol y playa. Albufeira es el caso más extremo, pero pueblos
como Quarteira o Carvoeiro no le han ido a la zaga. Mención
aparte merece Lagos, que ha sabido combinar tradición y turismo en toda la región.
Que Portimao
haya conseguido continuar siendo Portimao tras el terremoto turístico del
Algarve es un hecho que tiene muchísimo mérito y que, sólo por ello, hace
que merezca la pena la visita. Además, los propios ciudadanos e instituciones
portimonenses están de acuerdo con ello. Sólo así se explica el esfuerzo tan
importante que han hecho a la hora de construir un dignísimo museo en el que se explica la historia de la
ciudad y sus actividades económicas.
Portimao es
también un buen nudo de comunicaciones para moverse por el oeste del Algarve.
La estación de tren esta céntrica y ofrece un buen servicio y los autobuses,
que salen desde la orilla del río Arade, cerca del Museo de la ciudad, la
comunican convenientemente con ciudades como Lagos, Lagoa o Albufeira. Además,
el servicio municipal de microbuses conecta el centro con las playas muy
cómodamente.
En la ciudad
destaca especialmente la vista del río Arade, que desemboca a
un par de kilómetros del centro. En la zona más cercana a los puentes, además,
hay un pequeño espacio con bares, terrazas y restaurantes que abre la ciudad a
río.
Portimao, de todos modos, tiene un tamaño muy manejable y se puede recorrer en poco tiempo. Básicamente, sus principales puntos de interés están en las calles peatonales y comerciales del centro y, sobre todo, en la orilla del río Arade, en cuya desembocadura se encuentra la ciudad. Las vistas del río en sí, sus puentes y su marina son lugares bastante pintorescos.
Portimao, de todos modos, tiene un tamaño muy manejable y se puede recorrer en poco tiempo. Básicamente, sus principales puntos de interés están en las calles peatonales y comerciales del centro y, sobre todo, en la orilla del río Arade, en cuya desembocadura se encuentra la ciudad. Las vistas del río en sí, sus puentes y su marina son lugares bastante pintorescos.
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