Conocida como una de las ciudades más fastuosas de la
Siria grecorromana, esta antigua ciudad en un frondoso oasis de olivos y
palmeras contrastaba con el árido desierto que se cernía en sus proximidades.
Habitado desde hace cuatro mil años, su situación intermedia entre las rutas
caravaneras que unían Mesopotamia con las poblaciones del Mediterráneo le
confería una importante función comercial.
Bajo la tutela romana, iniciada en el 106 d.C., el aspecto
urbanístico inició una destacada búsqueda estética: mudó su nombre de Tadmor
(ciudad de los dátiles) por el de Palmira (ciudad de las palmeras), y llegó a
rivalizar con una Roma que se encontraba ya en decadencia. Sería la ambiciosa
reina Zenobia quien, en el 266 y estableciendo en Palmira la capital de su
reino nabateo, se enfrentaría a Roma, extendiendo su dominio e influencia hasta
Egipto, para finalmente sucumbir seis años después. Su historia posterior no
logró la relevancia de esta época pasada: Diocleciano la reconstruyó, aunque en
un tamaño más reducido, estableciendo un campamento en las cercanías como
defensa contra los sasánidas, sobre el que había sido el palacio de la reina
Zenobia. Más tarde, en el 634, sería tomada por los musulmanes.
Sepultada por un terremoto en el año 1089, en el siglo XX
fue redescubierta, mostrando las ruinas del Valle de las Tumbas (con
tumbas-torre, tumbas-casa, torre de hipogeo, torre de Elahbel –que contenía
centenares de ataúdes, cada uno con un retrato de piedra tallado-, e incluso un
tumba de 400 nichos funerarios con las paredes recubiertas de vivos frescos),
el templo de Bel (dedicado al dios más importante de Palmira), la gran
columnata de más de un kilómetro de longitud, el anfiteatro, y las
fortalezas (de arquitectura típicamente islámica).
Ahora, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad sufre las
consecuencias de los ataques que se han venido produciendo en Siria. Como en
Apamea, los actos de pillaje se suceden, mientras que los enfrentamientos
violentos no cesan de producirse por todo el país.
“Los arqueólogos todavía no han explorado toda Siria, así
que allí donde se excave, se pueden hacer descubrimientos”, señala Hiba
al-Sakhel, responsable de los museos de Siria. “Pienso que estos ladrones son
ciudadanos atraídos por el beneficio y que no entienden la importancia de lo
que encuentran”, añade y asegura temer que se pierda “una gran parte de la
Historia”.
“Las autoridades sirias han retirado ya numerosas
piezas de los museos nacionales. La idea es que se ubiquen, en condiciones de
seguridad, en la sede del banco central”, indica Sakhel. “Espero que la
comunidad internacional envíe un mensaje al pueblo sirio para decirle que es
nuestro patrimonio lo que está en peligro. Es un patrimonio de todos los
sirios, no del Gobierno ni del presidente, sino de la Humanidad”.
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