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jueves, 23 de enero de 2014

LAS RUINAS DE PALMIRA. El reino de Zenobia


Conocida como una de las ciudades más fastuosas de la Siria grecorromana, esta antigua ciudad en un frondoso oasis de olivos y palmeras contrastaba con el árido desierto que se cernía en sus proximidades. Habitado desde hace cuatro mil años, su situación intermedia entre las rutas caravaneras que unían Mesopotamia con las poblaciones del Mediterráneo le confería una importante función comercial.
Bajo la tutela romana, iniciada en el 106 d.C., el aspecto urbanístico inició una destacada búsqueda estética: mudó su nombre de Tadmor (ciudad de los dátiles) por el de Palmira (ciudad de las palmeras), y llegó a rivalizar con una Roma que se encontraba ya en decadencia. Sería la ambiciosa reina Zenobia quien, en el 266 y estableciendo en Palmira la capital de su reino nabateo, se enfrentaría a Roma, extendiendo su dominio e influencia hasta Egipto, para finalmente sucumbir seis años después. Su historia posterior no logró la relevancia de esta época pasada: Diocleciano la reconstruyó, aunque en un tamaño más reducido, estableciendo un campamento en las cercanías como defensa contra los sasánidas, sobre el que había sido el palacio de la reina Zenobia. Más tarde, en el 634, sería tomada por los musulmanes.





Sepultada por un terremoto en el año 1089, en el siglo XX fue redescubierta, mostrando las ruinas del Valle de las Tumbas (con tumbas-torre, tumbas-casa, torre de hipogeo, torre de Elahbel –que contenía centenares de ataúdes, cada uno con un retrato de piedra tallado-, e incluso un tumba de 400 nichos funerarios con las paredes recubiertas de vivos frescos), el templo de Bel (dedicado al dios más importante de Palmira), la gran columnata de más de un kilómetro de longitud, el anfiteatro, y las fortalezas  (de arquitectura típicamente islámica).
Ahora, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad sufre las consecuencias de los ataques que se han venido produciendo en Siria. Como en Apamea, los actos de pillaje se suceden, mientras que los enfrentamientos violentos no cesan de producirse por todo el país.
“Los arqueólogos todavía no han explorado toda Siria, así que allí donde se excave, se pueden hacer descubrimientos”, señala Hiba al-Sakhel, responsable de los museos de Siria. “Pienso que estos ladrones son ciudadanos atraídos por el beneficio y que no entienden la importancia de lo que encuentran”, añade y asegura temer que se pierda “una gran parte de la Historia”.
“Las autoridades sirias han retirado ya numerosas piezas de los museos nacionales. La idea es que se ubiquen, en condiciones de seguridad, en la sede del banco central”, indica Sakhel. “Espero que la comunidad internacional envíe un mensaje al pueblo sirio para decirle que es nuestro patrimonio lo que está en peligro. Es un patrimonio de todos los sirios, no del Gobierno ni del presidente, sino de la Humanidad”.










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